La conquista romana de la Gallaecia: el Finis Terrae

Antes de la llegada del Imperio Romano, los galaicos habitaban estas tierras del noroeste peninsular. En el año 218 a.C. los romanos desembarcan en Ampurias comenzando un periodo de conquista que finalizará con las guerras cántabras en el año 19 a.C.

Una vez conquistado la cuenca mediterránea y creadas las provincias de la Hispania Citerior y Ulterior, desde esta última se inician las conquistas de los lusitanos primero y los galaicos después. En el año 138 a.C Décimo Junio Brito ‘El Galaico’ se introduce en la Lusitania, arrasando ciudades y todo lo que se encuentra a su paso hasta llegar al río Lethes (Limia), el río del olvido, donde los soldados creían que si lo cruzaban perderían toda la mejoría. Décimo Junio cruzó en solitario el río y, una vez en la otra orilla, llamó a cada uno de los soldados por su nombre, demostrando así que no había perdido la memoria y que podían continuar la campaña como estaba prevista.

Después de atravesar el Lethes atravesaron el Miño y derrotaron a los brácaros y galaicos que habían formado un ejército de 60000 hombres, llegando hasta el Finis Terrae, el fin de la tierra, donde los soldados romanos vieron con asombro y terror cómo se ponía el sol en el mar. 

Esta primera incursión fue corta y los romanos volvieron para sus tierras de la Hispania Ulterior. En el año 60 a.C es el general Julio César el que, partiendo con sus naves desde Cádiz desembarque en Brigantium (el actual Betanzos) y desde aquí comienza una campaña de acuerdos con los pueblos existentes, sometiendo a los que no aceptaban la conquista romana.

Este proceso de romanización fue paulatino y el territorio perteneció primero a la Lusitania y después a la Tarraconensis. Es en el siglo III cuando se constituye la Gallaecia, dividida en tres demarcaciones: bracarense (Braga), lucense (Lugo) y asturicense (Astorga). El latín fue sustituyendo a las lenguas anteriores, aparecen las villas romanas y la explotación de las minas de oro se convierten en un importante recurso para el mantenimiento del imperio. Con las legiones romanas llega también el cristianismo.

De la conquista romana y sus cronistas posteriores nos quedan varios elementos cuya ubicación, a falta de evidencias arqueológicas, lleva a distintas interpretaciones.

  • El Promontorium Nerium - Los escritores clásicos griegos y romanos nunca estuvieron en esta zona y contaban con las informaciones que le llegaban de otros viajeros y, de ahí, la poca precisión en la colocación de algunos puntos y mismo la existencia de contradicciones entre ellos. La historia clásica nos dice que el Promontorium Nerium es el Cabo de Fisterra, que otros estudios sitúan en diferentes puntos de la geografía de la Costa da Morte.
  • El Ara Solis - Según cuentan las leyendas, al llegar los romanos se encontraron con el altar que los fenicios dedicaban al sol: el Ara Solis, formado por 4 columnas y una cúpula. Las leyendas la sitúan en el Monte do Facho donde posteriormente se construiría la ermita de San Guilherme, pero existen también controversias sobre su localización. 
  • Las Aras Sestianas - Construidas como homenaje al Emperador Augusto por Lucio Sesto al finalizar las guerras cántabras. Cada autor las sitúa en un emplazamiento distinto: Cabo Touriñan (Mela y Plinio), las Islas Sisargas, la costa norte de A Coruña (Ptolomeo) y la costa Astur (Mela).
  • La Vía XX (Per Loca Marítima) - También en este caso existen varias interpretaciones. En una de estas teorías iría por el camino natural Tui-Malpica, cruzando el Río Tambre a la altura de Portomouro mientras que en otras cruzaría el Tambre por Ponte Maceira y el Xallas por Brandomil para llegar a estas tierras del Finis Terrae.

Como véis, se abren muchas puertas que futuros descubrimientos podrán ir cerrando (o no). 

Lo que sí está claro es que los romanos, primero con Décimo Junio Bruto y después con Julio César, consiguieron anexionar a su imperio estas tierras lejanas del Finis Terrae comenzando lo que se llama la romanización, que duró aproximadamente cinco siglos.

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